Para Elisabeth Noelle-Neumann, el punto de partida que pone en marcha la espiral del silencio, es el miedo del individuo al aislamiento. El sujeto, ante ciertos escenarios, evita manifestar su posición u opinión sobre algún tema en particular. Esto podemos verlo reflejado en la actitud del personaje central de la película “Sostiene Pereyra”, donde el doctor Pereira manifiesta abiertamente su rechazo y negación de los acontecimientos que ocurren en el mundo, encerrándose en su “postura periodística” que busca a toda costa evitar el tomar parte en los acontecimientos políticos y sociales; refugiándose en su obsesión por los temas fúnebres, manteniéndose al margen de los problemas políticos y sociales que ocurren en Europa.
La autora Noelle-Neumann, define la opinión pública “como aquella que puede ser expresada en público sin riesgo de sanciones, y en la cual puede fundarse la acción llevada adelante en público”. Se trata de la opinión conformista, la que no innova ni engendra posibilidad de cambio. El discurso dominante dispara un mecanismo amenazante del que es posible protegerse refugiándose en la pasividad del silencio.
El temor al asilamiento forma parte de todos los procesos de opinión pública. Aquí reside el punto vulnerable del individuo; en esto, los grupos sociales pueden castigarlo por no haber sabido adaptarse. Hay un vínculo estrecho entre los conceptos de opinión pública, sanción y castigo.
Los individuos ante el miedo al aislamiento intentan comprobar las opiniones del resto de la sociedad, para manifestar las propias, buscando la aprobación o aceptación social y evitando incurrir en formas de comportamiento que pudieran provocar el cuestionamiento o rechazo de su comunidad.
En la película de “Sostiene Pereira”, el doctor Pereira, sólo consigue manifestar su opinión y sus convicciones al sentir que existe cierta afinidad con el médico que lo atiende, pero la situación cambia radicalmente, en presencia de su jefe, el cual se manifiesta abiertamente como un partidario del Gobierno fascista instaurado en el país. Ante la posibilidad del rechazo por parte de su jefe, se refuerza la impresión de debilidad y falta de carácter de Pereira.
Esta situación cambia cuando adquiere mayor seguridad en sí mismo, por las conversaciones que sostiene con su joven ayudante, el cual, se convierte en el detonante que lo obliga a cambiar su postura ante la vida.
El asesinato de su protegido, lo lleva a expresar una opinión opuesta a la que venía manifestando y a efectuar una acción pública contraria a él mismo; al escribir la nota que publica en el diario donde trabaja, busca crear conciencia en la sociedad de los males que la asechan con el gobierno fascista, aún cuando implique el riesgo de perder la vida, asumiendo un papel activo buscando convertirse en iniciador de un proceso de formación de la opinión, el cual queda reservado para cualquiera que pueda resistirse a la amenaza de aislamiento.
Me gustaria compartir con ustedes una reflexión de un caso el que a mi parecer, se puede demostrar que los medios de comunicación se han constituido como herramientas de control para la continuidad del sistema vigente, y no precisamente estableciendo un proceso racional y enajenante.
En la actualidad, en una sociedad como la nuestra, donde todo se nos tiene que dar simplificado para ahorrar tiempo, la televisión establece patrones y conductas sociales, y puede determinar los temas de interés nacional, según la conveniencia de los grupos en el poder.
La sociedad mexicana tiene como fuente de información principal los noticieros de televisión y se forman su opinión de los hechos que ocurren en el mundo en base a lo que “los nuevos líderes de opinión”, como Carlos Loret de Mola y Javier Alatorre les “informan”, y sólo algunos miembros de la sociedad llegan a cuestionarse sobre la veracidad de esta información, por lo cual, los medios pueden crear una opinión pública que sea conveniente a los intereses del sistema.
Un ejemplo de cómo la televisión puede constituirse en un medio de enajenación social y constructora de la opinión pública, puede ser el caso de el tema de la niña Paulette Gebara Farah donde los medios de comunicación se han convertido en jueces y verdugos de los involucrados en este tristemente “célebre” caso; podemos escuchar conversaciones donde el culpable es el padre de la niña, porque ”en el noticiario de TV Azteca lo dijeron”, o casos donde las personas señalan a la madre como la asesina de su hija “porque el periódico publico su perfil psicológico”; lo único cierto en el caso es que hay una niña fallecida. El resto se ha convertido en un producto mediático, una formación de la opinión pública acorde a los intereses de los diferentes medios de comunicación, quienes han perdido la objetividad que debe tener un hecho, en busca del raiting o de elevar sus ventas diarias.
Esto se puede ver diariamente en noticieros, periódicos e internet, como el caso de la encuesta de Eluniversal.com.mx, donde se pregunta al publico ¿Qué giro dará el caso Paulette? Como si sus lectores fueran peritos o especialistas en criminología.
Lo cierto es que sin poder probar la culpabilidad o inocencia de los “presuntos implicados”(recordemos que el derecho penal se fundamenta sobre la presunción de la inocencia de cualquier persona indiciada en un delito, en tanto no se le demuestra lo contrario.) los medios ya convirtieron a la familia en delincuentes y la opinión pública hacia ellos nunca volverá a ser igual.
A mi parecer, es vital comprender que en la medida en que dejamos el destino del país, en manos de los medios de comunicación y el sistema de poder vigente, nos estamos condenando a continuar sumidos en la ignorancia y la esclavitud mediática e informativa. Es necesario cambiar, primero nosotros como ciudadanos y después pensar en cambiar al país. Se necesita una actitud crítica, reflexiva, y participativa para logra los cambios sociales que todos anhelamos.
jueves, 22 de abril de 2010
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